Alberto Durero (Nuremberg, 1471-1528) es el principal artista renacentista del norte de Europa. Abrió la tradición germana, más tradicional, a las nuevas ideas del renacimiento italiano, caracterizado, entre otras cosas, por el humanismo, el amor por las medidas y la observación de la naturaleza.

El humanismo, llevado a un interesante polo, lo vemos en su Autorretrato con pelliza (1500). En dicho cuadro, Durero expresa en sí mismo un gesto de arrogancia y magnificencia. La visión frontal, simétrica y de proporciones perfectas, remiten a alusiones anteriormente reservadas a las representaciones medievales de Jesucristo. Durero extiende así la visión del ser humano y, sobre todo, del artista, como alguien lleno de dignidad, muy distinto a los artistas medievales que funcionaban más bien como artesanos.
El amor por las medidas lo dejó patente en sus diversos escritos de teoría del arte y en los paisajes pintados con datos topográficos precisos.
La observación de la naturaleza, típica del renacimiento, cobra un tinte especial en Durero. Si en la tradición medieval se destacaron los temas religiosos y durante el renacimiento los mitológicos y de la cultura clásica greco-romana, Durero hace de los detalles de la naturaleza un tema en sí mismo. Será capaz de pintar una simple liebre o el ala de un ave y convertirlo, por sí mismo, en un acontecimiento. El empeño visible en el dibujo de su liebre evidencia el tiempo que Durero dedicó a la observación de dicha criatura. No se trata de un detalle al margen, ni de una ilustración descriptiva, sino de una obra que intenta capturar el secreto y el valor de la liebre. Es una de mis obras favoritas.

Durero fue un estudioso del arte y de la naturaleza, al estilo de Leonardo. Su obra alcanzó una divulgación extraordinaria, gracias a sus famosos grabados, que fueron impresos y distribuidos por toda Europa (así como las múltiples copias e imitaciones que dieron lugar a un curioso acontecimiento, precursor de los derechos de autor: en Venecia, Durero logró que las imitaciones de sus grabados no pudieran llevar su bien conocido monograma, especie de firma y logotipo del pintor).
Gracias a esta amplísima difusión de sus grabados, prácticamente todos los artistas de importancia observaron y se vieron influidos por el trabajo de Durero, incluso por muchos años después de su muerte.
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