
En 2015, un lienzo lleno de garabatos de Twombly (ver imagen) fue vendido en 70 millones de dolares. La obra no tiene título (o su título es «Sin título»). En 2007, una de las 90 latas de Manzoni, tituladas «Mierda de artista», que supuestamente encierra 30 g de excremento del artista, fue vendida en 124 mil euros. La lista continua y continua. ¿Cómo se les asigna un precio a las obras? ¿Las obras más caras son las mejores? ¿El precio está totalmente desvinculado con el valor artístico? En este post revisamos algunos puntos al respecto.

Lo primero que hay que decir es que el costo de una determinada obra de arte está más relacionado con la lógica propia del sistema económico (en este caso, el capitalismo) que con el valor artístico de una obra (concepto también difuso pero que requerirá otro post). También hay que hacer notar que no existe solamente UN tipo de mercado para el arte, sino que existen diversos.
El arte como inversión
No es lo mismo comprar una obra de arte para adornar un espacio (casa particular, oficina, consultorio, hotel, etc.), para realizar un regalo o para satisfacer un gusto personal (me gusta esa obra y la adquiero para disfrutarla), que adquirirla porque la veo como una inversión. En el primer caso, entran en juego el gusto personal, la combinación de colores y formas y su adecuación con un determinado uso o disfrute. En este ámbito, las personas no tienen intención de revender ni aprovechar el valor económico de una obra. Más aún, para adornar un espacio podría bastar comprar la reproducción de una obra de arte o alguno de esos cuadros realizados a mano, pero en serie, que ya se venden en los supermercados.
En el segundo caso, el arte como inversión, el criterio principal consiste en la probabilidad de que la obra adquirida pueda tener un costo mayor en un futuro, o bien, que su posesión pueda generar ingresos mayores a su valor (por ejemplo, al exponerla en distintos museos o espacios o al generar postales o artículos relacionados con la obra). Se trata pues, como toda inversión económica, de una apuesta. Invierto en esta obra porque creo que obtendré mayores dividendos en algún momento. Por supuesto, hay apuestas más seguras (o menos riesgosas) que otras. Cuanto mayor sea la probabilidad de que el valor económico de una obra se incremente, mayor será su costo. En este sentido, la fama de un artista es esencial para incrementar el costo de cualquiera de sus obras. Entre más conocido es un autor, por la razón que sea, mayor probabilidad de que haya una persona que pueda desear una obra suya.

Un ejemplo extremo de de la visión del arte como inversión está ilustrado en las bodegas del puerto franco de Ginebra. En dicho lugar hay más de un millón de obras de arte guardadas o archivadas. Muchas de estas obras son de altísimo valor artístico, histórico y económico. Según se refiere, hay miles de Picassos, hay obras de la antigua Roma y un largo etcétera. Sus dueños son personas acaudaladas que invierten en arte, para luego guardarlo en puertos francos y así evitar impuestos. Las obras de arte son vistas como un lingote de oro, cuyo valor se mantendrá o incrementará y por el cual no hay que pagar impuestos. Para más información en este enlace: https://www.elfinanciero.com.mx/new-york-times-syndicate/en-estas-bodegas-hay-mas-de-un-millon-de-las-mas-grandes-obras-de-arte
Inflación de valores (o cómo hacer que una obra sea más cara).
Existen diversos mecanismos y factores que impactan en el incremento del costo de una obra de arte (es decir, la inflación de su valor). Quienes se dedican a obtener ganancias con la circulación de mercancias artísticas buscan incrementar su valor en cada uno de los pasos del circuito comercial del arte. Dicho circuito se compone de 1. La compra 2. La exhibición 3. Publicidad 4. Producción de artículos, grabados y reproducciones y 5. La venta de las obras de arte (Acha, 1994). En cada uno de estos pasos hay tareas que pueden ayudar a incrementar el valor de una pieza. Por ejemplo, en el paso 2. Exhibicion, no es suficiente con presentar la obra en una galería. Las inauguraciones de una exhibición son muy importantes y forman todo un rito: el galerista o exhibidor se presenta como un benefactor-promotor de arte y busca reunir al mayor público influyente: periodistas, intelectuales, críticos, artistas y políticos. Una inauguración bien lograda podrá aparecer en ciertos medios y será comentada por algunos críticos (invitados también) todo ello incrementa la probabilidad de que haya compradores. La fama de una galería, o incluso de un evento, podría transferirse a las obras expuestas, incrementando su valor.
Para no alargar el post, abordaré solo dos mecanismos más:
La publicidad es quizá el elemento más importante de inflación de valores. Una vez que una galeria contrata a un artista ofreciéndole un pago regular, a cambio de la exclusividad en la exhibición y venta de su obra (un mecanismo de trabajo relativamente común), conviene a ambas partes que dicho artista sea muy conocido. Con el contrato podrán venir apoyos para que el artista participe en concursos, para que exponga su obra en distintos museos, etc. Una galeria puede invertir grandes montos en publicitar a sus artistas exclusivos: menciones en el periodismo cultural, artículos de revistas, publicación de catálogos, exposición en museos (con el consecuente impulso que representa el prestigio del museo). Es en último término lo que Acha (1994) llamó la vedettización de los artistas. Algunas galerías o coleccionistas podrían llegar a financiar estudios o investigaciones sobre algún artista, de tal manera que su influencia también llegue a la academia y a la enseñanza de la apreciación artística.
Un ejemplo que muestra cómo la publicidad impacta directamente en el costo de una obra de arte puede ser el de «La Revolución», un cuadro de Chairez en el que se muestra a Zapata con características que usualmente se asocian con la figura femenina. El cuadro desató indignación entre grupos campesinos quienes se enfrentaron a grupos de apoyo a la comunidad LGTBTTTI. El gobierno mismo tuvo que intervenir y todo el asunto se volvió una noticia a nivel nacional e internacional. Acto seguido, el Museo de Arte Moderno de NY (MOMA) compró el cuadro por seis millones de dolares. Es muy posible que este evento incremente los costos de la obra entera de Chairez. (La nota en este enlace: https://www.eluniversal.com.mx/cultura/moma-compra-el-polemico-zapata-desnudo)
La venta. La elevación artificial del precio de venta de una obra es un mecanismo que puede incrementar el costo de otras obras del mismo artista, tal como acabamos de mencionar en el ejemplo anterior. Parece ser que el mismo Rembrand utilizaba este mecanismo y llegó a enviar a algunas personas para que compraran sus grabados a un mayor precio, para que el resto de grabados subieran su costo en el mercado.
Como puede verse, el valor económico de una obra de arte es un asunto complejo, relacionado con mecanismos propios del sistema económico (capitalismo), el circuito comercial del arte (compra, exhibición, publicidad y venta) y el circuito de difusión (críticos, periodismo cultural, museos, bienales, academias). Comercializar el arte, en búsqueda de la inflación máxima de su valor, implicaría impactar en todos estos factores. Esto requiere dinero y tiempo, por lo que no es tan fácil que existan galerías que trabajen en todos los niveles mencionados. Las grandes galerías y subastadores saben sacar provecho económico del prestigio que han construido como punto de apoyo en la inflación de valores. El polo opuesto, es decir la venta de piezas a quienes las buscan por gusto o disfrute, sin verlas necesariamente como inversión, resulta más sencillo, aunque aporte menor ganancia económica.