Es relativamente común escuchar quejas respecto a ciertos estilos de arte contemporáneo, en el sentido de que resulta incomprensible, carente de sentido o, incluso, de escaso de maestría en la técnica.
De hecho, la intención de varios artistas representantes del arte contemporáneo (abstracto, objeto, postconceptual, etc.) es justo esa: expresar lo irracional, darle voz a lo carente de sentido y provocar al espectador para remover su visión acostumbrada del mundo.

No obstante, en ese intento, muchas exposiciones parecen haberse alejado del público en general, al cual le resultan inaccesibles las obras del autor.
Las personas que no son especialistas y que van a las galerías para tratar de apreciar el arte, se muestran aburridas o repelidas por obras que están tan ligadas a la subjetividad del artista, que apenas dejan puente alguno para que otra persona pueda disfrutarlas. Tómese como ejemplo la mierda enlatada de Piero Manzoni.
El asombro como una de tantas soluciones
El asombro ejerce una especial atracción en las personas. Sin renunciar a la provocación, a la búsqueda de nuevas posibilidades o a la expresión del sentimiento opercepción subjetiva del artista, el asombro puede servir como puente entre artista y público. Evidentemente no es el único camino, pero es una posibilidad para acercar el arte al grueso de la población.
Cuando la gente se maravilla por:
- El tamaño (esculturas monumentales o cuadros de gran formato)
- El uso depurado de una técnica (típico, por ejemplo, del hiperrealismo)
- El ingenio para resolver el uso de la luz o el espacio (como lo hace el arte cinético) o
- El tema abordado (relevante e interesante para el público)
suele detenerse y dedicarle a la obra más que un vistazo. El asombro suele ser un puente sencillo y directo para conectar con las personas.
¿Esto significa que solo debe crearse aquello que llame la atención a las personas? No. No podemos constreñir al arte, pero podemos sugerir un equilibrio al curar alguna exposición. La galería, el museo y el artista deberían tener un papel en pensar y crear puentes con su público y no solo en arrojar las obras para quien guste verlas (pocas personas, cuando el arte es tan subjetivo e inconexo con el interés público).
Es nuestra opinión, que los artistas podrían asomarse al asombro, entre otros tantos afectos, para proponer puertas desde donde el público pueda acceder a su obra.
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