En casi todas las grandes ciudades podemos encontrar edificios que, siendo de una época, tratan de emular otra anterior. Así, por ejemplo, el famoso Parlamento inglés, construido después del incendio de 1834, en plena modernidad, imita con orgullo un estilo que claramente busca recordarnos el Gótico (originado en la Edad Media). La pregunta es ¿por qué los ingleses construyeron el edificio de su Parlamento, en pleno siglo XIX, en un estilo característico de la edad media?
Este tipo de prácticas resulta polémica y ha recibido críticas por parte de diferentes arquitectos notables. Ruskin defendía que el valor más característico de un edificio radicaba en la edad y la autenticidad histórica que ésta le confiere. Le Corbusier era todavía más directo: «La arquitectura debe de ser la expresión de nuestro tiempo y no un plagio de las culturas pasadas».
Ahora bien, a pesar de las diversas críticas a la construcción de edificios anacrónicos, ésta, sin duda, tienen un propósito y un sentido para las ciudades que las albergan. Los edificios anacrónicos son un mensaje que hay que saber leer.
Para el caso del Parlamento inglés, Leland Roth nos explica que la elección del gótico se explica perfectamente si consideramos que «este edificio debía incorporarse al conjunto de edificios góticos auténticos que subsistieron al incendio que motivó su construcción». Además, para el inglés promedio: «la arquitectura gótica era inherentemente inglesa y, por lo tanto, tenía una conexión de siglos con el gobierno parlamentario. Para muchos ingleses de la época, el gótico era el único estilo apropiado». Esto significa que la reconstrucción anacrónica del Parlamento era prácticamente una cuestión de orgullo e identidad para los ingleses.
De modo similar, podemos conjeturar que todos los edificios anacrónicos son un mensaje de habitantes y constructures respecto a lo que en esa ciudad se considera valioso. Funcionan como una especie de manifiesto en el que se establecen ciertos valores y ciertos estilos como bellos y buenos para esa ciudad.
Un útlimo ejemplo similar. En la ciudad de Guadalajara, México, se terminó de construir un templo de estilo gótico en pleno 1972. El interior del templo tiene gruesas columnas que dificultan la visibilidad en las naves laterales y que, desde el punto de vista contemporáneo, son absolutamente prescindibles (las vigas y los materiales actuales pueden sostener espacios más amplios sin necesidad de columnas, asegurando la visibilidad). No obstante, a pesar de significar un mayor costo de construcción e implicar una peor visibilidad, se optó por dicho estilo gótico adaptado (no hay necesidad de grandes contrafuertes) que ha sido muy aceptado por los habitantes y que es motivo de orgullo para la ciudad. De este caso podemos inferir varios mensajes: es posible que el estilo gótico, prácticamente inexistente en México, le recuerde al tapatío las grandes catedrales europeas, que a su vez asocia con el esplendor europeo (lo cual no es muy exacto) y que ahora se vincula con su propia ciudad. Por otra parte, dada su altura, vitrales y uso de la piedra, es más fácil que el edificio provoque asombro en quien lo observa (y cómo hemos visto en otro post de este blog, el asombro es uno de los mejores puentes para contactar el arte con las personas. Ver El asombro...). Así, el edificio nos habla del habitante de Guadalajara, de lo que considera bello y de lo que valora. Haber elegido el gótico no es un accidente (pudo haber sido un templo de tipo neoclásico o renacentista). Los edificios nos hablan de la comunidad que los construye. En el caso de edificios anacrónicos los mensajes suelen ser más evidentes. Ese es el sentido del anacronismo.